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TANTA AGUA BAJÓ DEL SILALA EN 108 AÑOS COMO PARA REBALSAR EL PAGO POOPÓ


Tanta agua bajó del Silala en 108 años
como para rebalsar el Lago Poopó
 Por Coco Cuba

La Paz, 19 may (ABI).- Bolivia ha vertido en los últimos 108 años en el desierto de Chile, el más árido del planeta, 13,7 millones de metros cúbicos de agua dulce, equivalentes a un séptimo de lo que presa el Lago Titicaca- emplazado en los Andes sudamericanos sobre una superficie de 8.582 km2 y una profundidad promedio de 200m o lo que contuvo su par sureño, el Poopó, a cambio de nada.

    Desde sus manantiales del Silala, emplazados a 4.200 m de altura sobre el nivel de mar, en el sudoeste andino de su territorio y por vía de un sistema artificial de acueductos construido los más probable a principios del siglo XX por obreros contratados por la chilena privada de ferrocarriles Antofagasta Railway, Bolivia ha vaciado, a un pulso de 200 litros segundo ó 350 millones de litros día, tanto agua dulce desde 1908 como para rebalsar el Lago Poopó, también en el sudoeste boliviano y ahora seco debido a los efectos de la temperatura planetaria elevada.

    Otras estimaciones cifran en 673,9 millones de cubos de agua lo echado en el Norte de Chile desde los manantiales del Silala.

    La Antofagasta y la Prefectura del departamento boliviano de Potosí coincidieron en un contrato de derecho público internacional privado para que la empresa canalizara el agua de 90 ojos de bofedal y llevara el líquido al norte de Chile, con el objeto, hasta 1941, de mover las locomotoras a vapor que rodaban por rieles tendidas en más menos 1.000 km en el Norte del longilíneo de Chile.

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    La firma de aquel contrato que no supuso para Bolivia ni un cobre de ganancia, hasta hoy mismo, se registró 4 años después de la firma del Tratado de Paz y Límites con Chile, cuyo Ejército se estacionó en la frontera a la altura del grado 23 desde 1879 y que el plenipotenciario chileno de la época Abraham Koning describiera, en una carta enviada al gobierno boliviano de entonces, entre otros conceptos, que su país sabía qué recursos contenían los territorios que adicionó a su soberanía,  porque sencillamente los valía.

    Chile reemplazó las aguas duras (salinas) que echaba a los calderos de las locomotoras por las aguas suaves (dulces) del Silala e hizo funcionar esa industria hasta 1941, cuando se abrió espacios la tecnología del combustible fósil.

    Y desde entonces, siempre de la mano de privados bajo la égida de los gobiernos de turno en La Moneda, orientó esos 200 litros de agua por segundo, que cada año sumaron 126 millones de litros, hacia donde se halla la mina de cobre de Chuquicamata, puntal del erario público y del presupuesto de las Fuerzas Armadas chilenos.

    En 1970, el presidente mártir de Chile, Salvador Allende, nacionalizó la industria del cobre, desde mucho antes en manos de privados y, bien entrada la década, su sucesor por vía de las bayonetas, el dictador Augusto Pinochet ordenó la extensión de 10% de las platas que Chile exporta desde entonces por concepto del mineral en láminas para potenciar las armas del país trasandino.

    Además de La Escondida, otro promisorio acopio cuprífero en el desierto de Atacama, antes de la denominada guerra del Pacífico (1879-83) que involucró también a Perú, Chuquicamata, la mina más grande del planeta a tajo abierto, gerenciada en una proporción 60-40% por Estado-privados, opera con agua libre de salicilatos del Silala.


    Se trata de 18.542 millones de dólares año que, según una estimación del líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro, en los años "80 del siglo pasado, Chile ingresa al año por la venta internacional de cobre.

    Es decir, ese año, las Fuerzas Armadas de Chile recibían casi 1.900 millones de dólares año por la renta anual del cobre.

    En 2013 las exportaciones chilenas de cobre en dólares habían escalado a 70.000 millones/año; 30.000 para privados y 40.000 para el tesoro nacional chileno.

    Entonces, las Fuerzas Armadas de Chile perciben al menos entre 2.000 y 4.000 millones de dólares año, fondos con los que se han convertido en una de las mejor pertrechadas de la región, en medio de la hipótesis de guerra con sus 3 vecinos, además de Bolivia, Perú y Argentina.

    En la actualidad empresas colombianas y chilenas comercializan a 3 dólares el metro cúbico de agua para una población de 200.000 habitantes en las ciudades de Antofagasta y Calama.

    Es decir esos negocios generan 21 millones de dólares año, según el investigador boliviano Luis Antezana.

    En marzo de 2009, Bolivia y Chile estuvieron a un paso de afirmar un acuerdo sobre el asunto que el gobierno de derecho de Hugo Banzer despertó el año 2000.

    En el marco de la Agenda de los 13 Puntos, la mayor aproximación política de La Paz y Santiago en 130 años de desencuentros, Chile estuvo dispuesto a desembolsar primero 8 millones de dólares año, pero más tarde la cifra cayó a 5 y finalmente a 3 millones de dólares/año, por concepto de 50% de las aguas.


    Producto de la glaciación en la región del Silote y el deshiele en 10.000 años a un pulso de 3 a 5 litros por día en la ladera este de la Cordillera de los Andes, los 90 ojos de agua del Silala, de los cuales quedan en actividad 14 y que desembocan por canales de 24 pulgadas ó 50 cm de ancho, convergen al norte de Chile hace 108 años sin solución de continuidad y sin paga. 

    Aquel acuerdo interrumpido por el combativo Comité Cívico de Potosí, asentaba que las aguas del Silala, que Chile porfía se trata de un curso de agua sucesivo o río internacional, era de propiedad compartida.

    Antezana calcula, a ojo de buen cubero, lo más que se puede aspirar en 6 generaciones de indiferencia por el asunto, hasta 2000 desconocido para la mayoría inmensa de los bolivianos, que la deuda histórica de Chile con Bolivia por este concepto orilla los 5.000 millones de dólares.



    El presidente del Senado boliviano, Alberto González, cifra los centavos en 
1.000 millones de dólares, más aún si se cuenta que con un resto del curso de agua, Chile, que ha convertido un vergel el desierto de Atacama, en base de tecnología israelita, irriga 40.000 hectáreas de cultivos de granos y frutas en la zona.

    Esto se suma al juicio que Bolivia ha radicado en La Haya para que Chile, con el que no tiene relaciones diplomáticas desde 1976, se avenga a una negociación de buena fe sobre la restauración de la calidad marítima del primero, mediterráneo desde 1879.

    Tras el anuncio del Presidente de Bolivia, en marzo último, de llevar el asunto que Chile no prestó oídos en 2000 y que apenas ha escuchado desde entonces a la fecha, a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, Santiago hizo relucir, por vía de su Ministerio de Defensa, las instalaciones militares de Cariquima, un poblado chileno de raíces aymaras, a 16 km del Silala y en las goteras de la línea fronteriza.

    Morales denunció que se trataba de una amedrentadora base militar artillada y moderna y La Moneda dijo que Bolivia tenía otra cerca dela frontera, en alusión a un puesto de 14 soldados sin más que sus armas de reglamento y mucho frío en esa zona donde los calores se precipitan en el invierno hasta 30 grados bajo cero, la temperatura en el momento de las relaciones bilaterales.

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