Vivió entre algodones las últimas
semanas. Se perdió el partido debut. No pudo iniciar el segundo juego de
Argentina ante un Soldier Stadium que se abarrotó esperando ser testigos de su
magia.
Cuando el desencanto ya recorría las
gradas del añejo estadio de Chicago, sobre todo entre los miles de
estadounidenses y latinos que vestían la albiceleste argentina con el 10 en las
espaldas, la “Pulga” recorrió los metros que separan el banquillo de suplentes
de la línea del campo de juego.
Los aplausos bajaron de los 53.885
fanáticos del mayor ídolo futbolístico del mundo actual cuando, a los 61
minutos del partido Argentina-Panamá, Lionel “Lio” Messi ingresó al campo de
juego reemplazando a Augusto Fernández. Argentina ganaba por un mísero 1 a 0 a
Panamá.
Desde ese minuto 61, el Soldier Stadium
se iluminó con las luces que solo los magos pueden destellar.
La magia apareció. La pelota empezó a
rodar de otro modo y en menos de 30 minutos, Argentina ya ganaba 4 a 0.
A los 68 ganó a dos defensores y colocó
el balón donde las manos del arquero Jaime Penedo (incómodo coprotagonista de
la noche) no llegaban.
Las redes se balancearon y el público
deliró. El costo de los billetes de entrada al partido ya estaba justificado.
Pero la magia no se detuvo. Solo 10
minutos más precisó el mago principal de la pelota para colocar el balón en un
ángulo imposible mediante un tiro libre de más de 25 metros. Segundo tanto de
Messi y las bandejas del estadio se estremecían.
Otros diez minutos y el astro marcaba
su tercer tanto para provocar el desborde de alegría.
Sólo había estado 26 minutos en campo y
la historia del partido había tomado un giro mágico.
Messi había llegado por fin a Copa
América.
El torneo continental tiene ya otro
brillo.
Foto: MEXSPORT
CONMEBOL.com