Presidente Morales se emociona
al agradecer los apoyos a su
gobierno de los pobres de Bolivia
"Desde mi pueblo, esta tierra que me vio nacer, este pueblo que me ha criado, este pueblo que me ha cuidado, muchas gracias, seguiremos trabajando", alcanzó a decir antes de quebrarse, al cabo de una alocución en que lució exultante y a ratos dicharachero, en su mejor estilo.
Cuentan que el niño Evo Morales Ayma antes de devenir en vendedor de helados, trompetista, jugador diletante de fútbol y dirigente sindical, corría en abarcas (sandalias) detrás de los autobuses para comer la carne de la fruta que los viajeros arrojaban al camino después de succionar el jugo de las naranjas.
Como lo hizo el día de su primera juramentación, el 22 de enero de 2006 en el hemiciclo del entonces Congreso en La Paz y el 20 de diciembre de 2013, en la aéreo espacial base de Xichang, vecina de la capital china de Beijing, cuando el primer satélite boliviano de la historia se puso en órbita, los ojos de Morales se humedecieron al agradecer el apoyo de sus vecinos y amigos en la entonces remota y desolada Orinoca, a unos 300 km de la ciudad de Oruro, a su vez a 300 km al sur de La Paz.
"Muchas gracias por el apoyo, muchas gracias por no abandonarme (aunque) yo no me siento abandonado", afirmó poco antes que la garganta se le hiciera un nudo y no le permitiera proseguir y buscara con cierto apremio una poltrona donde le dieron un sorber un poco de agua.
El primer presidente indígena de Bolivia en casi 190 años de vida boliviana independiente se deshizo en elogios para los sectores sociales tradicionalmente más combativos del país andino amazónico.
Por el sustento a su gobierno progresista, agradeció a los "compañeros mineros, compañeros maestros, juntas vecinales sectores sociales, especialmente al Pacto de Unidad que representa al movimiento campesino" de Bolivia.
Morales, que el 22 de enero pasado habló 4 horas y 20 minutos, al rendir informe a la nación ante los miembros de la bicameral Asamblea Legislativa Plurinacional, en La Paz, en las nacientes del duodécimo año de su mandato consecutivo, salpicó de gratas reminiscencias el discurso inaugural del Museo de la Revolución Democrática y Cultural construido sobre una superficie de 10.000m2 cerca de la humilde casa de adobe y techumbre de paja donde nació el 22 de octubre de 1959.
ALVARO GARCIA LINERA, VICEPRESIDENTE DEL ESTADO BOLIVIANO |
"Ahí está nuestra querida Bolivia, la nueva Bolivia (..) lo que no hicieron en 180 años hicimos en 11 años", sostuvo con firmeza, después que, en tono de raga, contara, al influjo de la tradición oral familiar, cómo su abuelo, un tal Morales, a quien no alcanzó a conocer, había llevado, a lomo de caballo, a su lecho a una pastora indígena y que cuando las padres de la desposada salieron en su búsqueda, sólo encontraron a la noble bestia en un retablo.
Antes de que, al verle emocionado, el auditorio al aire libre prorrumpiera en aplausos, Morales se había dicho contento.
"Muy contento (aunque), con problemas, cómo no puede haber problemas (en las tareas de Gobierno), superando los problemas, atendiendo las demandas; imposible atender las demandas de 180 años" en los pasados 11", afirmó antes de gastar bromas a sus colaboradores.
En medio de su discurso, matizado por la ejecución de aires criollos por una banda popular informada en ponchos, y hasta la entonación de una cueca tradicional a capela por un anciano, uno de sus vecinos en Orinoca, el mandatario reclamó unidad a los bolivianos.
"Unidad, unidad es el triunfo del pueblo y derrota del imperio", martilló.
El Museo de la Revolución, que apunta a convertirse en un atractivo para el turismo internacional contiene piezas de la historia nacional de la resistencia de los bolivianos antes y después de fundada la república en 1825, como así un dispensario de las prendas y souvenirs que el mandatario reunió desde que asumió la conducción de Bolivia, ahora poco más 11 años.