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miércoles, 22 de diciembre de 2021

EL ZORRO TOÑITO CONOCE EL SENTIDO DE LA NAVIDAD

EL ZORRO TOÑITO CONOCE EL SENTIDO DE LA NAVIDAD
(Cuento andino de navidad)
Autor: Jorge Llanque Ferrufino

                                          Zorro Andino

Había una vez un zorrito que se llamaba Toñito y vivía en la punta de un cerro, había escuchado a hurtadillas de los pequeños pajarillos sobre una fiesta que realizaban los humanos que se llamaba Navidad.

-          Los humanos regalan a sus pequeños dulces, juguetes…además les dan grandes tazones de chocolate caliente…-   dijo una de las aves.

-          ¡Y no olvides que toda la ciudad está llena de colores… con foquitos que se prenden y se apagan, se escucha música en todas partes y si!  regalos y más regalos! - decía un lorito.

Intrigado Toñito, hablaba consigo mismo: -curiosa y deliciosa costumbre, este año visitare la ciudad para disfrutar de ESA NAVIDAD de la que tanto hablan comeré todo tipo de golosinas ¡hasta reventar! beberé ríos de chocolate con leche, obtendré todos los regalos que dan… ¡quiero tenerlo todo!

Toñito sabía que, con su apariencia de zorro, los humanos podían descubrirlo y capturarlo o algo peor.

Entonces ideó su plan: El alcalde de uno de los pueblos vecinos tiene un traje rojo que usa siempre en estas fechas para pavonearse en la ciudad, todos le dicen: ¡Buen día señor Papa Noel!... robare ese traje rojo y todos en la ciudad también me dirán a mí: ¡buen día señor Papa Noel!, nadie me descubrirá- se decía, asimismo.

Al día siguiente puso en marcha su plan, se coló por una ventana y abrió un viejo baúl que tenía el alcalde del poblado ahí saco el traje rojo completo.

Esperó pacientemente en la estación del ferrocarril y cuando llegó el tren para aprovisionarse de agua nuestro pequeño truhan se escabullía entre los vagones: -llegaré pronto a la ciudad- pensaba.

Al llegar a la estación central en la ciudad, Toñito se había colocado la ropa roja, pero además había llevado consigo un cántaro y una pequeña olla ambos eran objetos mágicos, hechos de barro, pues permitían que cualquier comida o bebida que se colocaba dentro de ellos se multiplicaran por un corto tiempo, pensaba colocar ahí una parte de todos los manjares que iban a darle para darse un festín por siempre, soñaba gozoso con todas las delicias que podría llevar en estos sus objetos mágicos, solo tenía un problema: podrían reconocerle por sus patitas de zorro.

-¡Oh no!  Cómo haré para que no vean mis patitas- decía Toñito.

Fue hacia la sala de maquinistas y con mucho sigilo vio que habían dejado unos guantes enormes en la locomotora -estos son míos – dijo mientras sonreía maliciosamente.

Al salir de la estación con su traje rojo, vio asombrado que todo el mundo le saludaba:

 –¡buen día señor Papa Noel! – le dijeron algunos

 – ¡Es Santa Claus!- decían algunos niños a sus padres

El zorro Toñito se sentía feliz por no haber sido descubierto, ese traje rojo era mágico le permitía ser una persona importante y nadie le decía nada.

-          ¡Podré venir a la ciudad las veces que quiera con este mágico traje rojo, es fantástico! pensaba en voz alta.

No desperdició su tiempo, vio que la ciudad estaba iluminada con luces fosforescentes y como todas las personas se dedicaban a comprar regalos, esto le había dejado asombrado. Indagó que en diferentes lugares se repartían regalos, dulces y chocolate a todos los niños… raudamente, preguntando y preguntando llegó al primer lugar: como aún era temprano había pocos niños – ¡qué suerte! – se dijo para sí.

Un grupo de personas había empezado a repartir chocolate y buñuelos a los niños, Toñito el zorro se presentó en la fila y esperó hasta que le dieron las golosinas, bebió el exquisito manjar, probó el delicioso y crujiente buñuelo que estaba bañado con miel de caña, cerró los ojos para su mayor deleite y mientras comía y bebía pensaba: ¡qué delicia, qué sabroso!. Devoró inmediatamente esta exquisitez, pero quería más, volvió a la fila, pero ahora estaba más larga, entonces reclamó diciendo que él estaba mucho más antes y que había ido a otro lado a hacer un mandado para otra persona, los niños lo dejaron pasar y así logró probar nuevamente el chocolate… quería más y urdió otra estratagema… dijo unas palabras mágicas –PIN PAN PU y cambio su cuerpo y rostro para mostrarse como otro niño que estaba al frente de la fila para colocarse en su lugar y lo logró. De esa manera logró tomarse 30 tazas de chocolate y 30 buñuelos, logrando que se termine la provisión de ese punto sólo con sus engaños; cuando los organizadores dijeron a los otros niños que no había nada más, Toñito el zorro, rápidamente buscó otro lugar para seguir comiendo estas delicias.

¿Corría…? ¡No!  volaba rápidamente por los tejados hasta el próximo punto y siempre haciendo lo mismo…  cuando ya había saciado parte de su gula, guardó un buñuelo y un chocolate en su cántaro y su olla mágica, para tenerlos en su regreso a casa.

Toñito se preguntó: ¿dónde están los regalos de los que tanto hablaban los pájaros en el cerro?

Se enteró mediante los niños, que había lugares en los cuales se repartían los mismos… raudamente se dirigió a estos lugares, e hizo las mismas estratagemas, se coló en la filas y PIN PAN PU se transformó en las imágenes de otros niños, incluso se transformó en algunas de las personas que repartían los juguetes y entregaba al donador principal un regalo para quedarse él con otros tres regalos.

Había sido un día exitoso para el zorro Toñito, había comido buñuelos, pasteles, panetones, golosinas y mucho pero mucho chocolate, ¡incluso le invitaron sidra que le había hecho dar vueltas la cabeza!

Por la tarde se fue a una cancha de futbol de tierra de un barrio pobre para que nadie le moleste:

-          ¡que banquete me he dado! ¡y cuantos regalos tengo en mi poder! ¡no se para que me puedan servir… pero son míos!  se dijo para sí mientras se acomodaba en uno de los postes del arco para darse una pequeña siesta. 

Ya a punto de dormir, vio que en un costado de la cancha estaban unos niños con caras tristes que estaban sentados sobre pequeñas piedras, se acercó sigilosamente a ellos y los escucho:

-Hice todos mis deberes, ayude a mi mamá para que pueda vender comida en el mercado, desde temprano y aunque tardamos en llevar las cosas para que inicie su venta cuando llegue a la fila donde se repartía chocolate y buñuelos, me dijeron que todo se había acabado… que habían ido muchos niños y que por ello ya no había nada… intente ir a otro lado, pero me dijeron lo mismo….- dijo tristemente la niña.

-Y qué me dices a mi… dijo otro niño- termine de lustrar zapatos y logre ganar veinte bolivianos para la comida de hoy para mi madre y mis hermanitos pequeños pero cuando fui a hacer fila para los juguetes, esperando poder tener para mis dos hermanitos pequeños, me dijeron que se habían terminado los juguetes, que ya no había nada, ni chocolate, ni paneton, ni dulces – dijo otro niño.

Así todos los niños se quejaban de su mala suerte, sin saber que el autor de sus desdichas estaba junto a ellos.

-¿Yo hice eso?, pensó Toñito ¡pensé que nunca iba a acabarse los juguetes y el chocolate! Se lamentaba.

-Amigos míos-  dijo a los niños -  he escuchado sus quejas y si no les molesta quiero compartir con ustedes lo que yo tengo- le dijo a los pequeños y sacando su ollita mágica, abrió la tapa  dijo sus palabras mágicas ¡BUÑIN BUÑON!  y repartió buñuelos  bañados con miel de caña a los niños, éstos buñuelos nunca se acababan de la olla mágica. –traigan vasos también tengo chocolate, les dijo y pronunció las palabras: ¡RIKITO CHOCOLATITO! y el cantarito se llenó de un espumoso chocolate.

- ¡Llamen a todos los niños del barrio tengo suficiente para todos!, les dijo.

En un instante todos los niños de ese barrio, hicieron una larga fila y tanto del cantarito como de la ollita mágica salían vaso tras vaso de chocolate con leche caliente y también buñuelos y pasteles para los niños.

Toñito se decía asimismo -¡de qué manera arreglo mi error! no sabía que estos manjares eran para los más desposeídos.

- ¡Tengo tanto por reponer, pero no sé cómo repartir regalos!, pensó, y en voz alta dijo a todos los niños reunidos:

-Creo que en aquella pequeña iglesia hay regalos para todos los niños… –señalando a una parroquia que se encontraba en las cercanías: -¡Digan a todos los niños de la ciudad que dentro de una hora el párroco realizará la distribución de esos regalos!.

Todos los niños corrieron para dar la buena noticia, mientras Toñito se acercó a la iglesia y habló con el párroco: le contó toda su aventura, y le dejo los regalos para que él los reparta.

El cura agradeció que el corazón de Toñito haya cambiado y que haya comprendido que es tiempo de compartir con todos sus hermanos.

Y mientras él se dedicaba a repartir chocolate con buñuelos y pasteles, el párroco repartía los juguetes y comunicaba a otras personas para que lleven los juguetes a otros lugares donde había niños necesitados.

De esta manera Toñito el zorro, regresó a su cerro, no sin antes haber devuelto el traje rojo, y aunque su cántaro y su olla mágica habían quedado agotados de sus poderes mágicos por haber reproducido tantas veces el chocolate y los buñuelos, a él no le importaba no tener esos manjares, pues las gentes al ver su bondadoso corazón le habían mandado con muchos regalos y otros manjares a su cerro, incluso le habían comprado un pasaje en el tren así nuestro querido Toñito no tuvo que escabullirse para volver a su hogar.

Ya en su casa Toñito dijo para sí: ¡volveré al año en Navidad y llevaré mi cántaro y mi olla mágica para ayudar a repartir chocolate con buñuelos y pasteles para todos los niños pobres!

FIN 
Dibujo de un zorro

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