PRACTICAS RITUALES A LAS MONTAÑAS
Los seres humanos desde los principios de la humanidad -y por temor a lo desconocido- creamos y recreamos un universo simbólico en torno a las manifestaciones de la naturaleza: construyendo un paisaje al cual otorgamos vida, contenido y significado.
Es así que las Montañas como objetos de culto es un fenómeno presente hasta nuestros días a lo largo del mundo tal como refiere el Antropólogo Brian Bauer (2000): en los Andes las etnias prehispánicas andinas en general y los Incas en particular, parecen haber estado definidos en función del espacio habitado y la sacralización del paisaje: todo lo natural parece haber sido objeto de culto y las montañas al parecer tuvieron un lugar de privilegio.
En el año 1519 Hernán Cortez, con el afán de impresionar a los aztecas ordenó a sus soldados que conquistaran la cima del volcán sagrado del imperio, el Popocatepetl de 5.432 metros (Echevarría, 1999).
En el calendario Inca uno de los rituales más importantes fue la Capacocha o Capac Hucha que se traduce como “obligación real” realizado entre abril y julio donde se hacían fiestas y ofrendas de reconocimiento y gratitud en donde algunos poblados enviaban uno o más niños al Cuzco para ser ofrendados bajo la tierra, esta ceremonia abarcaba montañas, islas y otros adoratorios o huacas extendidas a lo largo del Tawantinsuyo y servía para unir el espacio sagrado con el tiempo ancestral; para las creencias Incas los niños ofrendados no morían sino que se reunían con sus antepasados quienes observaban las aldeas desde las cumbres de las altas montañas (McEwan, Colin y Maarten Van de Guchte, 1992).
El cronista Guaman Poma de Ayala en su obra "Nueva Crónica y Buen Gobierno" de 1615, nos ilustra su famoso mapamundi, un enorme Sol próximo a la tierra confundiendo las Indias orientales y las Indias occidentales, como lo hacían todos los europeos y lo ubica cercanas al Sol en relación a Europa, considerando que Europa no posee tantos minerales como América, porque está lejos del Sol.
Mapamundi del cronista Guaman Poma de Ayala que según su lógica Europa no posee tantos minerales como América, porque está lejos del Sol |
En las prácticas rituales aztecas mexicas, el historiador Belga Michel Graulich (1990) menciona: "si hemos de creer en los textos antiguos, los aztecas mexicas hacían la guerra porque estaban encargados de una misión sagrada y cósmica la de alimentar al Sol y la Tierra, ofreciéndoles los corazones y la sangre de los prisioneros sacrificados. Lo religioso [...] dominaba sus actos y sus preocupaciones, y se encuentra siempre presente en las fuentes relacionadas con los aztecas siendo dos sus aspectos fundamentales, los mitos y los rituales", además sostiene que la base del sacrificio no es alimentar a los dioses, sino es la expiación: "Pagar la deuda", pero también puede tener otros sentidos como la ablución. Los fines pueden estar expuestos por la búsqueda de a) conciliación con las deidades o antepasados, b) petición mágica de los frutos, c) petición de protección, d) forjar acciones de los elementos celestes, e) protección de las casas, f) venganza y castigo, g) ascenso y prestigio social; entre los sacrificados podemos señalar a los esclavos, guerreros, mujeres y niños conquistados, éstos últimos eran preferidos los niños con dos remolinos en la cabeza y aquellos que tenían algún defecto físico o una marca especial.
El sentido de "Pagar la deuda" en los socavones de las minas bolivianas, se venera a una deidad denominada el Tío, (Muki en Perú, Salazar Soler, 1997) esculpido con arcilla, filosos dientes, boca ancha, cuernos y un enorme falo erecto, su forma se asemeja a la representación del diablo de la religión católica; para los trabajadores el Tío es el dueño del mineral y los protege dotándoles de ricas vetas o bien los castiga haciendo desaparecer la veta o incluso cobrándose la vida de los mineros.
La Antropóloga Pascale Absi en su texto: Los Ministros del Diablo (2005) nos describe: “Los ritos del Espíritu y del 1ro de agosto se organizan en tono a dos secuencias principales: el sacrificio de una llama al medio día y la quema de un plato de ofrendas, llamado Quwa, al caer la noche. El rito, destinado a la Pachamama, tiene el propósito de proteger a los mineros contra los accidentes y de mejora su producción. La llama es considerada como un sustituto del sacrificio humano que, como veremos, regenera las vetas y salda la deuda del mineo con la mina. El marco del sacrificio es el grupo de trabajo. Es costumbre que cada equipo sacrifique por lo menos una llama[ ] luego vienen las consideraciones estéticas: la llama debe ser bonita y tener un aspecto vivaz. A veces se toma en cuenta el color o el sexo…” A mediodía se realiza el sacrificio y para ello se atan las patas del animal, luego lo echan al suelo con la cara dirigida hacia la bocamina, se degüella la llama mientas las mujeres recogen en bateas la sangre que rociaran en la bocamina y en los primeros metros de los rieles, las “casillas”, la casa de la guarda y las rampas de almacenaje, se rocía cerveza en la entrada de la mina, posteriormente prosiguen las ch’allas de alcohol sobre el animal sacrificado, en ningún caso se debe reventa el estómago del animal, que esta hinchado y a punto de estallar; por el aspecto de las vísceras se puede presagiar qué depara el año siguiente, si el hígado se encuentra carnoso y dentado significa que habrá buena producción, inmediatamente se entrega la carne a las mujeres que la cortan y ponen a asar.
Los pedazos que no son destinados al consumo humano (cabeza, patas, pezuñas, genitales, vísceras) se disponen en una palangana según la lógica anatómica: la cabeza adelante y el sexo atrás: se aparta las piezas para preparar un plato que serán incinerados con la quwa: la punta de las orejas, unos pedazos de: lengua, labios superior e inferior, los dos párpados, corazón, pulmones, intestino, hígado, de los dos riñones, estómago, un pedazo del sexo, las pezuñas de las cuatro patas y un poco de sangre, estos pedazos llamados k’irichas forman el resumen del animal, es una operación muy delicada y se verifica varias veces el contenido del plato.
Las mujeres disponen la carne sobre parrillas instaladas frente a la entrada de la mina, la carne debe asarse sin sal, se deben dejar los huesos para ser quemados frente a la bocamina; el humo de la carne, los huesos y la quwa debe penetrar las galerías, donde es saboreado por las deidades.
Este ritual es realizado por una pareja en donde el minero invoca a la Pachamama, le agradece por el mineral y la esposa ruega para que lo proteja de accidentes y los demás ofrecen sus libaciones. Finalmente se disponen los restos de la llama en hueco cavado en los primeros metros de la galería principal, respetando la lógica anatómica y se invita a los participantes a challar a los huecos a los cuales arrojan monedas, esta ofrenda metálica considerada como un tributo, fertiliza a la Pachamama.
El Tio de la Mina |
Por lo que se entiende que con estas prácticas de "El pago y la deuda", son reeditadas hasta nuestros días, considerándonos una sociedad ritualista, que conlleva a prácticas constantes cuyos actos a veces silenciosos y poco divulgados, es lo que caracteriza a una sociedad interconecta con las montañas en su veneración continua, que juega un papel central en nuestra cosmología como sociedad orureña que cohabita con las montañas.