(cuento)
Don Javier, era un hábil panadero que vivía en el pueblo de Challapata, la fama de sus obras había llegado a tantos lugares que incluso personas de centros mineros y la misma ciudad central, le hacían en alguna ocasión pedidos especiales.
La entrada a su panadería estaba compartida por un enorme vitral mostrador donde realizaba famosas exposiciones en Todos Santos y Navidad, ya que armaba todo un mundo en miniatura con estas representaciones.
Este año sobre todo la exposición de Todos Santos había sido un éxito, ―¡Qué hermosas Tantawawas!, ¡que lindos los urpus, escaleras, soles y lunas! ― habían dicho las personas ―¡que bella la Tantawawa principal!, que perfección en el diseño, seguramente debe tener una masa dulce y esponjosa ― dijeron otros, y tanto fue el éxito que Don Javier se guardó la Tantawawa o muñeco principal que había ganado el elogio de propios y extraños. No era para menos, tenía rasgos delicados, el rostro pintado con azúcar glass, sus cargados adornos azucarados con frutas secas que mostraban complicados diseños.
La Tantawawa sabedora de su éxito se mostraba pedante frente al resto de masas de la panadería de Don Javier
―Tú, solo tienes pedazos de queso en tu corteza y tienes un nombre feo, “pan sarnita”, no eres como yo, adornado con tantas delicias ― mirando de reojo al pobrecillo pan que se puso a llorar ―Tú eres la plebe…¡por eso te llaman pan de batalla!, en cambio yo soy pan para dioses― dijo a otro mirando con desdén al techo, mientras el pan guerrero rechinaba los dientes ―tú en cambio― dirigiéndose a un pedazo de pastel ―¡estarías a mi altura!, pero como tienes tan poca decoración, también eres poca cosa― refirió de manera hiriente.
De esa manera el reinado vano de la ufana Tantawawa, transcurría en la panadería hasta que llegó a sus odios que le iban a quitar el trono.
Y es que precisamente se acercaba la Navidad y Don Javier pensaba elaborar un nacimiento de pura masas, ahí estaría María, José, el niño Jesús, reyes magos, caballos, ovejas y toda suerte de animales, sería un nuevo éxito en su panadería.
Con temor, envidia y rabia contenida observaba como don Javier elegía los mejores ingredientes, agregando mayores y mejores especias que las suyas; como amasaba delicadamente la mezcla y como al concluir el proceso, un delicioso aroma inundaba la panadería.
La impotencia de la Tantawawa se consolidaba más cuando vio como Don Javier decoraba profusamente a todos los actores del nacimiento, dándole especial énfasis al niño Jesús. Incluso pensó que estaba mucho mejor decorado que él… ¡Debía acabar con este! de esa manera maquinó en su interior un plan para acabar con el intruso.
―Y ahí… cuando vea que no hay la imagen del niño―decía mientras sonreía maléficamente ―el panadero me elegirá para que nuevamente adorne el vitral, porque soy lo mejor de su producción.
Sin embargo para cumplir su plan debía esperar la llegada de la noche y pensaba ―Uffff… ¡que lata!, tendré que aguantar los comentarios de todo el mundo alabando los decorados o la dulzura de la masa del niño… pero… al final, me librare de este molesto usurpador―observó el vitral y dijo con fastidio ― justo ahí viene el primero.
Un anciano enjuto con la espalda arqueada y apoyado en un bastón se acercó a la vitrina, observó maravillado el conjunto y dijo observando al niño Jesús.
―Hace mucho tiempo que no gozó de la navidad, niñito Jesús― suspiró y los ojos se humedecieron mientras la voz se le cortaba ―mi esposa está muerta, mis hijos ni siquiera recuerdan que existo, soy una carga para los que me rodean, ¿Cuándo me llevaras a tu reino Niñito Jesús?
La Tantawawa observó callada, como el anciano se despedía cálidamente de la imagen. Rato más tarde vio que un niño lustrabotas se acercó y junto sus manecitas, comenzando una oración.
― ¡Niñito Jesús, Niñito Jesús!, dale trabajito a mi papá, para que deje de golpear a mi mamá y sea un padre amoroso como antes…. ¡Niñito Jesús, Niñito Jesús!, no quiero regalos, quiero paz en mi hogar para mi mamá y mis hermanitos.
Una lágrima de azúcar glass cayó por el rostro perfecto de la Tantawawa y esta solo calló.
Luego apareció una joven madre con su hijo… el niño emocionado, observó todo y dijo:
―Mami, ¿porque adoramos al niño Jesús en Navidad?
―Él era feliz, allá en el cielo junto a Dios, pero vio que la humanidad sufría en la tierra y por eso nació como persona, para enseñarnos a vivir en armonía como hermanos ― la madre dio un beso a la mejilla del niño y continuó ―Y su amor por nosotros fue tan grande, que se ofreció como sacrificio para que todos tengamos la salvación de nuestras almas… ¡El nació para sacrificarse por nosotros!
― ¿Nació para sacrificarse por nosotros?
―Por ejemplo, tú mi pequeño― dijo arreglándole los cabellos ―no conoces tu destino, espero que seas un buen hombre, que tengas muchos éxitos y victorias en tu vida, pero tu destino es un misterio. En cambio Jesús desde que nació, sabía que iba a morir sacrificado por nosotros y aceptó gustoso su destino…. Es por eso que adoramos a Jesús.
El niño sonrió con un dejo de tristeza y dijo adiós a la imagen en pan de Jesús, mientras su madre lo llevaba por otros lugares. La Tantawawa, meditaba acerca de lo que había escuchado y recordó que en Todos Santos algunas personas no habían hablado de sus adornos ni su masa, sino decían: “Esta tantawawa me recuerda a mi papá”
Llegó la noche y una enorme rata rasco la puerta principal, la Tantawawa que estaba tras la puerta y debía abrir la misma, le dijo ―Vete, rompo nuestro acuerdo, no te llevarás al bocado que representa al niño Jesús. La rata mencionó: ―Pero ¡un trato es un trato!... tengo hijos que mantener y si no abres la puerta romperé una ventana para acabar con todos… ¡sálvate y déjame entrar!
―No es necesario que hagas eso, tengo un delicioso manjar para ti y tu familia, pero no toques al niñito Jesús, porque representa la bondad y paz necesaria para la gente.
―Anda entonces, dame lo dicho y prometo no molestar― Y la Tantawawa salió a la calle acompañando a la rata a su madriguera ― ¿Dónde está el manjar?― dijo el roedor ―Yo seré tu banquete, no te preocupes―dijo mirando al infinito la Tantawawa, mientras continuaba avanzando y hablaba a la rata lo que había escuchado sobre el niñito Jesús.
Por: Ricardo Jorge Llanque Ferrufino
Don Javier, era un hábil panadero que vivía en el pueblo de Challapata, la fama de sus obras había llegado a tantos lugares que incluso personas de centros mineros y la misma ciudad central, le hacían en alguna ocasión pedidos especiales.
La entrada a su panadería estaba compartida por un enorme vitral mostrador donde realizaba famosas exposiciones en Todos Santos y Navidad, ya que armaba todo un mundo en miniatura con estas representaciones.
Este año sobre todo la exposición de Todos Santos había sido un éxito, ―¡Qué hermosas Tantawawas!, ¡que lindos los urpus, escaleras, soles y lunas! ― habían dicho las personas ―¡que bella la Tantawawa principal!, que perfección en el diseño, seguramente debe tener una masa dulce y esponjosa ― dijeron otros, y tanto fue el éxito que Don Javier se guardó la Tantawawa o muñeco principal que había ganado el elogio de propios y extraños. No era para menos, tenía rasgos delicados, el rostro pintado con azúcar glass, sus cargados adornos azucarados con frutas secas que mostraban complicados diseños.
La Tantawawa sabedora de su éxito se mostraba pedante frente al resto de masas de la panadería de Don Javier
―Tú, solo tienes pedazos de queso en tu corteza y tienes un nombre feo, “pan sarnita”, no eres como yo, adornado con tantas delicias ― mirando de reojo al pobrecillo pan que se puso a llorar ―Tú eres la plebe…¡por eso te llaman pan de batalla!, en cambio yo soy pan para dioses― dijo a otro mirando con desdén al techo, mientras el pan guerrero rechinaba los dientes ―tú en cambio― dirigiéndose a un pedazo de pastel ―¡estarías a mi altura!, pero como tienes tan poca decoración, también eres poca cosa― refirió de manera hiriente.
De esa manera el reinado vano de la ufana Tantawawa, transcurría en la panadería hasta que llegó a sus odios que le iban a quitar el trono.
Y es que precisamente se acercaba la Navidad y Don Javier pensaba elaborar un nacimiento de pura masas, ahí estaría María, José, el niño Jesús, reyes magos, caballos, ovejas y toda suerte de animales, sería un nuevo éxito en su panadería.
Con temor, envidia y rabia contenida observaba como don Javier elegía los mejores ingredientes, agregando mayores y mejores especias que las suyas; como amasaba delicadamente la mezcla y como al concluir el proceso, un delicioso aroma inundaba la panadería.
La impotencia de la Tantawawa se consolidaba más cuando vio como Don Javier decoraba profusamente a todos los actores del nacimiento, dándole especial énfasis al niño Jesús. Incluso pensó que estaba mucho mejor decorado que él… ¡Debía acabar con este! de esa manera maquinó en su interior un plan para acabar con el intruso.
―Y ahí… cuando vea que no hay la imagen del niño―decía mientras sonreía maléficamente ―el panadero me elegirá para que nuevamente adorne el vitral, porque soy lo mejor de su producción.
Sin embargo para cumplir su plan debía esperar la llegada de la noche y pensaba ―Uffff… ¡que lata!, tendré que aguantar los comentarios de todo el mundo alabando los decorados o la dulzura de la masa del niño… pero… al final, me librare de este molesto usurpador―observó el vitral y dijo con fastidio ― justo ahí viene el primero.
Un anciano enjuto con la espalda arqueada y apoyado en un bastón se acercó a la vitrina, observó maravillado el conjunto y dijo observando al niño Jesús.
―Hace mucho tiempo que no gozó de la navidad, niñito Jesús― suspiró y los ojos se humedecieron mientras la voz se le cortaba ―mi esposa está muerta, mis hijos ni siquiera recuerdan que existo, soy una carga para los que me rodean, ¿Cuándo me llevaras a tu reino Niñito Jesús?
Tradicional Tantawawa |
― ¡Niñito Jesús, Niñito Jesús!, dale trabajito a mi papá, para que deje de golpear a mi mamá y sea un padre amoroso como antes…. ¡Niñito Jesús, Niñito Jesús!, no quiero regalos, quiero paz en mi hogar para mi mamá y mis hermanitos.
Una lágrima de azúcar glass cayó por el rostro perfecto de la Tantawawa y esta solo calló.
Luego apareció una joven madre con su hijo… el niño emocionado, observó todo y dijo:
―Mami, ¿porque adoramos al niño Jesús en Navidad?
―Él era feliz, allá en el cielo junto a Dios, pero vio que la humanidad sufría en la tierra y por eso nació como persona, para enseñarnos a vivir en armonía como hermanos ― la madre dio un beso a la mejilla del niño y continuó ―Y su amor por nosotros fue tan grande, que se ofreció como sacrificio para que todos tengamos la salvación de nuestras almas… ¡El nació para sacrificarse por nosotros!
― ¿Nació para sacrificarse por nosotros?
―Por ejemplo, tú mi pequeño― dijo arreglándole los cabellos ―no conoces tu destino, espero que seas un buen hombre, que tengas muchos éxitos y victorias en tu vida, pero tu destino es un misterio. En cambio Jesús desde que nació, sabía que iba a morir sacrificado por nosotros y aceptó gustoso su destino…. Es por eso que adoramos a Jesús.
El niño sonrió con un dejo de tristeza y dijo adiós a la imagen en pan de Jesús, mientras su madre lo llevaba por otros lugares. La Tantawawa, meditaba acerca de lo que había escuchado y recordó que en Todos Santos algunas personas no habían hablado de sus adornos ni su masa, sino decían: “Esta tantawawa me recuerda a mi papá”
Llegó la noche y una enorme rata rasco la puerta principal, la Tantawawa que estaba tras la puerta y debía abrir la misma, le dijo ―Vete, rompo nuestro acuerdo, no te llevarás al bocado que representa al niño Jesús. La rata mencionó: ―Pero ¡un trato es un trato!... tengo hijos que mantener y si no abres la puerta romperé una ventana para acabar con todos… ¡sálvate y déjame entrar!
―No es necesario que hagas eso, tengo un delicioso manjar para ti y tu familia, pero no toques al niñito Jesús, porque representa la bondad y paz necesaria para la gente.
―Anda entonces, dame lo dicho y prometo no molestar― Y la Tantawawa salió a la calle acompañando a la rata a su madriguera ― ¿Dónde está el manjar?― dijo el roedor ―Yo seré tu banquete, no te preocupes―dijo mirando al infinito la Tantawawa, mientras continuaba avanzando y hablaba a la rata lo que había escuchado sobre el niñito Jesús.